En Marrakech llegamos a uno de los destinos imprescindibles en cualquier viaje a Marruecos. No es la capital del país ni tiene el paisaje más bonito, pero atrapa al viajero, lo enamora con su diversidad, lo seduce con la tradición y la diversión, con intensos aromas y una amplia oferta turística. Pero si Marrakech es absolutamente inolvidable es por su plaza Jemma el Fna, que consigue impregnar cada poro de nuestra piel en el mismo momento en que ponemos los pies en ella. Plaza de día y plaza de noche, Jemma el Fna se transforma con el paso de las horas y nos ofrece mil y una historias mágicas.
Marrakech es mucho más, por supuesto. Las excursiones nos llevarán a paisajes de ensueño como las cascadas de Ouzoud -dónde los restaurantes ponen sus mesas en medio del río-, el palmeral o los preciosos jardines de la Menara. El zoco, la mezquita Koutoubia (y la inevitable comparación con la Giralda), la medersa Ben Youssef o el moderno barrio de Gueliz, son otros de los atractivos de la ciudad, imperdibles en nuestros tours.
Pero vayáis donde vayáis, volveréis al punto neurálgico de la ciudad. En Marrakech, todos los caminos llevan a Jemaa el Fna, a sus zumos de fruta recién exprimidos, al olor de carne a la parrilla, a los encantadores de serpientes y a las mujeres que ofrecen tatuajes de henna. Imposible olvidar sus tés con menta, viendo la vida pasar.